Un periodista y un fotógrafo en el frente de Toledo en 1936


Durante el verano de 1936 sabemos que recorrieron las calles de la ciudad decenas de reporteros gráficos y periodistas para cubrir el asedio del Alcázar. La situación cambió cuando finalizó el cerco con la liberación de la fortaleza y la ocupación de la capital toledana a finales de septiembre. Posteriormente la prensa republicana se enfocó en la defensa del norte provincial de Toledo y la batalla de Madrid a partir de noviembre de aquel año. Hoy analizamos un artículo que está acompañado por un conjunto de fotografías realizadas en diciembre de 1936, cuando Madrid había conseguido frenar el avance de Franco y todo parecía estancado en el frente del centro. 

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Fotografía de Llompart en 1937 (Foto PARES)

El artículo con el título «Toledo, al alcance de la mano» se publicó el 8 de diciembre de 1936 en el diario Ahora, uno de los periódicos ilustrados más importantes del momento donde trabajaban destacados reporteros y redactores de la época. Esta crónica está firmada por Isidro Corbinos y los clichés son obra del joven fotógrafo Daniel Gallego Manzano.

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Ahora, 8 de diciembre de 1936

El lugar donde Manzano realizó las fotografías es en el entorno de la Sisla, muy cerca del palacio y las posiciones de las ermitas de Santa Ana y la Guía, al suroeste de Toledo. Corbinos describe en el artículo cómo pudieron acercarse a menos de 1500 metros de la ciudad desde donde podían observar las posiciones enemigas, además de las torres recortadas en el horizonte de las iglesias, la Catedral y las ruinas del Alcázar. En las fotografías publicadas en el diario no se aprecia bien, pero las copias positivas conservadas y digitalizadas permiten confirmar la cercanía del frente a la Ciudad Imperial, que se ve al fondo perfectamente.

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Patrulla en el entorno de la Sisla Foto Manzano. Ahora, 8 de diciembre 1936. *En la edición del periódico la fotografía está volteada

El reportero gráfico Daniel Gallego Manzano (1917-1972) era miembro de la UIGP desde enero de 1936 y con 19 años ya formaba parte de la plantilla de fotógrafos del diario Ahora. Aquel día acompañaba al redactor del diario Isidro Corbinos para acercarse a las posiciones republicanas en Toledo y como indica Corbinos fueron custodiados por hombres de la 2ª Cía. del Regimiento de Milicias Populares Extremeñas. Las fotografías de Manzano muestran la heterogeneidad en los uniformes y vestimentas de los milicianos que portan armamento básico. Chaquetas de invierno, alpargatas, boinas y gorrillas militares con inscripciones CNT. En cuanto al armamento se intuyen fusiles máuser, bayonetas largas y granadas de mano modelo Lafitte con las que bromean ante el reportero gráfico. Uno de ellos sujeta un pequeño cabrito negro que come pasto en la zanja.

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Milicianos que acompañaron a Corbinos y Manzano por las cercanías de Toledo en diciembre de 1936 (Foto PARES)

Es más que probable que Corbinos sea el hombre con gabardina de color claro y boina negra que no parece portar ningún fusil o armamento. 

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Sin embargo, el artículo de Ahora cobra mayor interés, no solo por la documentación fotográfica, sino porque contamos con el magnífico relato de su autor sobre aquella jornada en Toledo escritas en sus memorias en el libro Pasaje al limbo (2017). Tal y como describe, la crónica del frente toledano fue su primer artículo de guerra en este periodo.

La figura de Corbinos es digna de recuperar para este blog debido a su impresionante trayectoria profesional:

Isidro Corbinos Pontaque (1894-1966) era natural de Zaragoza y durante su juventud llegó a ser futbolista profesional con el F.C. Barcelona y con el club Catalonia de Manresa, mientas que ya trabajaba como periodista deportivo. En 1915 publicó Boxeo, uno de los primeros libros sobre este deporte editado España. En aquella etapa trabajó en La VanguardiaExcelsiorEl Mundo Deportivo y Stadium. En 1933 era redactor de As y al estallar la Guerra Civil fue designado como corresponsal de guerra para el diario Ahora y a partir de mayo de 1937 en La Vanguardia. En 1939 cruzó la frontera a pie para reunirse en París con su mujer e hija que habían salido anteriormente hacia Burdeos. El 4 de agosto de 1939 embarcó rumbo a Chile junto a su familia en el Winnipeg, carguero fletado por Pablo Neruda. En Chile comenzó a trabajar como redactor de prensa, además de dedicarse como profesor de periodismo en la Universidad de Chile hasta su jubilación en 1965. Años después se creó el «Premio Nacional de Periodismo deportivo Isidro Corbinos» como reconocimiento a los profesionales de esta labor informativa.

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Isidro Corbinos explica en sus memorias que fue designado como corresponsal en los frentes el mismo mes de diciembre de 1936 para sustituir a los dos redactores que habitualmente ejercían esta tarea. En una excelente crítica sobre el trabajo de corresponsal de guerra Corbinos defiende que para ser buen corresponsal de guerra es necesario «realizar maniobras, entrenamiento y academia». En todos los ámbitos laborales cualquier profesional ha sido entrenado y ha aprendido el oficio anteriormente para ejercer las tareas a la perfección, pero un corresponsal de guerra «se improvisa en el curso de la guerra misma».

El redactor de Ahora señala que ante tal inexperiencia sobre los frentes de guerra debía realizar un reportaje sensacional y pensó en Toledo que había caído en manos franquistas tres meses antes. Su artículo debía ir acompañado por documentos gráficos para acreditar el éxito, por lo que contó con «el más joven de los reporteros gráficos, Garina (sic)». El error en el nombre es lógico años después del conflicto, además de no existir el fotógrafo Garina, sino que lo confunde con otro joven reportero del diario Ahora Mariano Marina de Pablo.

Sin saber la situación de las fuerzas en el terreno partieron desde Madrid hacia Aranjuez con un coche del periódico y un chófer. Tras una parada en Chinchón donde el chófer se tomó un aguardiente «para matar el gusanillo», llegaron a Aranjuez y continuaron vía Ocaña hasta Orgaz donde estaba el puesto de mando republicano de la Guardia Nacional Republicana. El jefe del sector era Manuel Uribarri (para saber más sobre los acontecimientos en el sur del Tajo entre 1936 y 1939 os recomiendo la tesis doctoral de Luis A. Ruiz Casero, aquí).

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Según Corbinos el cuartel general era un caos, ya fuera por ser transitorio o por los cambios recientes en el Ejército republicano de esas fechas. Tras preguntar cuál era la mejor manera de llegar a Toledo, las indicaciones con sorna del comandante fueron muy directas: Tome la carretera.

Con el chófer y el fotógrafo Manzano, sin dudarlo, enfiló la carretera hasta llegar tan cerca de Toledo que estuvo a pocos metros de enfilar el descenso hacia el río Tajo y la ciudad cuando comenzaron a recibir fuego de fusilería. Al echar la vista atrás un grupo de milicianos también abría fuego y gesticulaba a los pasajeros del vehículo. Al comprobar los milicianos la documentación y ver que todo estaba en orden explicaron que «aquel era un frente móvil» y que «no hay más líneas que la del ferrocarril. Ni más trincheras que los zarzales y alguna que otra piedra». Era un frente de guerrillas donde se movían por grupos, que se infiltraban, avanzaban, retrocedían e iban trasladándose por el sector.

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Los milicianos comentaron que a la mañana siguiente habría una descubierta cerca de las posiciones enemigas y que podían ir en el grupo para sacar una fotografía de Toledo. Aquella noche durmieron en el automóvil y antes del amanecer avanzaron junto a la patrulla. Corbinos comenta que la neblina del amanecer fue desapareciendo y pudo vislumbrar la torre de Santo Tomé, la Catedral, San Juan de los Reyes y el Alcázar. Justo abajo, cuando empezaba a descender la carretera se encontraban los puentes, la estación de ferrocarril y el Hospital Provincial, pero «eran invisibles desde las rocas».

El periodista se preguntaba: 

«Hubiera dado cualquier cosa por saber si en los patios interiores morunos de las casas solariegas fluía el agua de los surtidores; por saber si en la pinacoteca de la Catedral estaban aún todos los Grecos, y en sus altos desvanes la Tarasca asustando a los chicos...y grandes. Si todavía en los muros de San Juan de los Reyes pendían las cadenas de los cautivos de Argel y si había algún musulmán, de los recién llegados de Marruecos, inclinado en la capilla mozárabe de Santa María la Blanca, pegada su frente a los baldosines.

El fin del periplo está marcado por el accidente en coche que tuvieron Manzano, Corbinos y el chófer. El conductor, que ya había bebido en la jornada anterior en cada parada que realizaban, volvió a echar un trago en Orgaz y Chinchón en el viaje de regreso. En Madrid, cegado por el sol, el chófer estrelló el auto contra un tranvía resultando Corbinos herido con una costilla fracturada. El periodista redactó su primera crónica en la cama y su reflexión tras esta experiencia fue: «que uno de los peores enemigos del corresponsal de guerra es el chinchón que ingieren los choferes; y que para matar el gusanillo, lo más recomendable es la estrictina».

Hace unos años pude realizar una fotografía en el mismo entorno donde estuvieron los milicianos junto a Corbinos y la vista resultó ser prácticamente la misma que realizó Manzano, aunque unas posiciones más adelantadas:

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Este año 2023 se cumplen diez años desde que comenzó a publicarse este blog. Muchas investigaciones, fotografías, documentación y sobre todo aprendizaje por mi parte. Cada cierto tiempo, durante este año, continuaremos publicando entradas excepcionales que aporten y recuperen historias a través de la fotografía.